viernes, 11 de mayo de 2007

DUENDES EN LA CASCADA DE EL AVILA



Los turistas se divierten en una de las tantas cascadas de El Ávila.
Se bañan, ríen, cantan y por un momento a alguno de ellos, el sonido de la caída del agua le parece como una banda de tambores; un instante después se distrae y olvida. Cuando el último de los visitantes se va, no queda ningún ser humano que pueda oír el movimiento del agua. Sin ruido, sigue cayendo.
Al comenzar el silencio, salen a la superficie muchas cabecitas, son los duendes de las cascadas y de los arroyos. Aunque todavía son niños, tienen muchos años.
Algunos nacieron en esta misma montaña, otros vienen de la cordillera de la costa, de los llanos, de la selva, de los Andes. Varios son procedentes de más allá de los mares, llegaron aquí siguiendo los grupos humanos que vinieron para quedarse en el valle de Caracas.
Cerca de la orilla está una niña, en sus ojos asoma su larga vida. Ha visto muchos amaneceres en ríos muy lejanos al otro lado del mar.
La pequeña pasa su mano sobre el tambor que la acompaña. Entonces nace el verdadero sonido de la cascada, el sonido que pocas personas logran oír dentro de la turbulencia del agua.
Cuando los oídos humanos están ausentes, los duendes de El Ávila mantienen vivo el bosque con el vibrar de sus tambores. El verdadero sonido de la vida domina el ambiente.
Son muy raras las almas que alguna vez, en la tranquilidad de esta montaña mágica, han podido percibir la música maravillosa.
Los que la han oído, cambiaron para siempre.
Son felices.

5 comentarios:

Rita ♫ dijo...

¡Que hermosa imagen!
Aún sin haber podido percibir su música maravillosa, ésta montaña mágica brinda momentos de felicidad a quien la contempla. ¡Excelente relato! Bienvenido al mundo de los Blogs. ;)

Unknown dijo...

Por eso siempre estoy atenta a los sonidos de la naturaleza, me gusta cerrar los ojos y respirar profundo, y solo con eso ya soy feliz.. cuando escuche a los duendecillos mi felicidad se triplicara!... Me encantan tus mundos mágicos…

Unknown dijo...

Es una belleza, bien narrado y bien ilustrado. Todos los que nos empecinamos en conservar nuesta alma de niños apreciamos el lenguaje cifrado que denota que el autor pertenece a nuestro clan de Kendes.

Lizette Moros dijo...

Muchas gracias por compartir con nosotros esos mundos mágicos que nos rodean...Ahora sé por qué tan sólo mirar hacia el Avila es tan reconfortante... quizá escuchamos la música con el alma...

Oswaldo Aiffil dijo...

Excelente cuento señor Joseín. Usted interpreta bien lo que significan los sonidos del silencio. Primera vez en su blog, aunque ya había visto sus excelentes comentarios en otros blogs. Un abrazo, yo feliz de estar aqui...