jueves, 28 de octubre de 2010

ULSEN HABLA CON TROLMAR



Ulsen voló cerca de su nariz, teniendo cuidado de no ser atrapado por la respiración del troll. Gritó varias veces hasta que los ojos de Trolmar brillaron cuando sintió su olor. Para el troll Ulsen era como una mosca y con el ruido del viento y la nieve que había comenzado a caer, le era difícil oírlo.
—Hola dragón. ¿Cómo te llamas? —dijo con voz de avalancha en las montañas.
—Soy Ulsen. Es primera vez que vengo.
—Eres recién nacido, debes tener hambre. Vuela hasta la cueva, allí te espera mucha comida.
—Gracias Trolmar. Voy ahora mismo.

jueves, 21 de octubre de 2010

ULSEN Y TROLMAR



El viento frío empujó al pequeño dragón hacia tierra, cuando casi iba a chocar contra las montañas lo levantó de nuevo y lo lanzó por encima de los picos más altos. Ulsen vio como todo iba quedando atrás, a una velocidad que él nunca podría lograr con sus alas.
—Parece como si el viento supiera dónde quiero llegar —pensó, y mantenía las alas abiertas para no girar sin control.
Largo rato después vio algo muy abajo a través de la niebla. Un troll enorme estaba sentado sobre el hielo, sus pies de cuatro dedos los cubría el agua congelada y la punta de su espada se había enterrado en el témpano. Era más alto que los barcos de madera que se veían a su alrededor, algunos dentro de los icebergs y otros encima de las rocas. Eran barcos vikingos muy antiguos, dañados por las tormentas y debían estar allí desde mucho tiempo atrás.
Ulsen sintió alegría cuando reconoció al troll.
—Allí está Trolmar, el “Guardián de la comida”, está dormido con los ojos abiertos, él siempre está vigilando.

viernes, 15 de octubre de 2010

ULSEN TIENE HAMBRE



Los dos niños estaban en la terraza, sus padres los habían visto jugando con la nueva mascota y continuaron sus tareas en la cocina.
—No había visto esa clase de lagartija, tiene alas. Debe haberla traído alguien desde otro país y con seguridad escapó —dijo el padre.
—Yo tampoco, no me gusta verla mucho, me mira como si entendiera lo que digo —agregó la mamá.
Afuera, a la débil luz del sol, los niños hablaban en voz baja.
—Cuídate Ulsen. No hables con extraños —dijo Alex.
—No comas mucho Ulsen, si engordas no podrás volar bien —murmuró Chris muy cerca de las orejas del pequeño dragón —, ¿tienes mucha hambre? ¿Cuándo regresas?
—La comida de dragones está lejos —contestó Ulsen —, no se preocupen, aunque nunca estuve por allí tengo un mapa en mi mente. Regreso pronto, guarden mi caja de plástico, me está gustando hacer la siesta allí —y lanzó una carcajada que a los padres de los niños les pareció el graznido de una gaviota pequeña.
Aleteando con torpeza Ulsen saltó al aire y se perdió en lo alto. Alex y Chris agitaron sus manos para despedirlo.
El padre oyó el aleteo y se asomó por una ventana.
— ¿Se escapó?
—No papá, se fue a comer —contestaron en coro los niños.
Sonriendo entró para contárselo a su esposa.
Varias horas después Ulsen volaba sobre un fiordo, el viento frío lo lanzaba de un lado a otro, todavía el pequeño dragón no dominaba la técnica de vuelo.
—Hay una corriente descendente, es muy fuerte. ¡Voy a caer!