lunes, 27 de julio de 2009

4.- La Guacamaya


Mientras alzaban el vuelo, subiendo más y más, la entrada de la botella fue quedando abajo a lo lejos. Un rato después un sonido de aletazos, tan fuertes como los de Tac-Tac, atrajo la atención del niño.
—Es una guacamaya roja—dijo el alce, que había dicho llamarse Guía, señalando un ave tan grande como el tucán donde ambos iban viajando.
— ¿Qué quiere la guacamaya?—preguntó el niño.
—Sólo desea conocerte Alexander, nos mirará un momento y seguirá volando hacia su isla—contestó el alce—, nosotros seguiremos subiendo un poco más y pronto llegaremos al sitio que deseo mostrarte.

miércoles, 15 de julio de 2009

3.- El alce y el tucán


Era un tucán, de colores muy brillantes. El pico amarillo tenía una mancha roja llamativa, y a sus espaldas cabalgaba un alce de color casi dorado. Fue el alce quién había gritado y siguió hablando mientras el tucán se posó al lado de Alexander.
—Ven con nosotros Alexander, mi nombre es Guía, daremos un paseo volando sobre las nubes—dijo el alce con voz muy agradable.
Entonces el tucán habló con amabilidad y una bonita voz femenina.
—Hola Alexander, me llamo Tac-Tac, soy un tucán hembra, mucho gusto en conocerte.
— ¿Dónde iremos?—preguntó el niño, después de contestar los saludos.
—Viajaremos aquí en el Multiverso y te gustará—contestó Tac-Tac.
— ¿El Multiverso?
—Sí Alexander, este es el Multiverso—agregó Guía.
Ambos ayudaron al pequeño para subir y con ellos en las espaldas, la tucán Tac-Tac alzó el vuelo dando ruidosos aletazos.

martes, 7 de julio de 2009

2.- En la entrada al Multiverso

La botella quedó acostada en el suelo, de pronto el niño sintió crecer todo a su alrededor, y sin saber cómo, se encontró de pie en la entrada del recipiente vacío. Alexander, con sus cuatro años de edad recién cumplidos, quedó deslumbrado, admirando un paisaje asombroso.
La vista se le perdió en un cielo infinito, donde grandes islas voladoras flotaban. No podía distinguir si había un suelo más abajo, porque la niebla todo lo tapaba como una alfombra de algodón. Extraños y fantásticos edificios sobresalían y se elevaban hacia el azul del firmamento. Dos soles, color naranja, proyectaban luz y los rayos luminosos salían por el pico de la botella, acompañados de mucha niebla.
La bruma se disipó frente a él y pudo ver el inicio de una escalera dorada que se sumergía entre los copos algodonosos.
— ¡Qué bonito!, voy a ver que hay debajo de las nubes—dijo Alexander, y dio un paso hacia los escalones amarillos.
¡Espera Alexander!—dijo una voz desde lo alto.
Cuando el niño levantó la mirada, quedó sorprendido por lo que apareció en el cielo.