viernes, 7 de junio de 2013

LA REINA


LA REINA

Hace varios años hubo una larga sequía. Mi esposa y yo habitamos una casa al pie de las montañas, para esa fecha cubiertas con un verde pálido y seco por la falta de humedad.
         Ese día, que ahora viene a mi memoria, iba yo a la ducha. Entonces oí un zumbido; me quedé inmóvil, sabía que en algún lugar del baño estaba una avispa. Giré despacio la cabeza y la vi, a mi izquierda, era enorme, tal vez unos cuatro centímetros de largo, de color amarillo, manchado de negro como un tigre, revoloteando en el lado interior de la ventana abierta y su enorme aguijón atraía mí vista como el colmillo de una serpiente venenosa. No sé porqué miré a la derecha y vi una brillante gota de agua, cristalina como una joya, temblando en la punta de la llave del lavamanos. Retrocedí despacio, me quedé en la puerta y grité para que mi esposa oyera.
—Tráeme el insecticida, hay una “mata caballos” en la casa.
Yo sabía que las avispas tienen muy buena visión diurna y con seguridad me estaba observando. Entonces voló despacio hacia el lavamanos, dio varias vueltas y de repente, como un acróbata, giró y se posó cabeza abajo en la punta de la llave de agua. La gota había desaparecido, entonces el pequeño animal metió la mitad de su cuerpo en el tubo, para alcanzar la humedad en su interior y allí quedó casi inmóvil, moviendo con lentitud su abultado abdomen amarillo y negro.
Sentí a mi esposa colocando el pote de insecticida en mi mano, puesto que no sabía dónde estaba el peligroso insecto.
No sé de dónde me surgieron las siguientes palabras, las dije sin pensar, en voz baja, como si estuviera en una iglesia.
—Es una reina, necesita agua para construir un nido para los hijos que espera.
Entonces ella retiró el insecticida de mi mano y nos quedamos mirando la avispa. El pequeño animal estaba arriesgando la vida por el agua para su descendencia.
Esa mañana habíamos recibido una llamada telefónica de larga distancia, que nos alegró mucho, pero al mismo tiempo nos hacía pensar en el desconocido futuro. Había sido nuestra hija, quien nos anunciaba, desde un país lejano al otro lado del mundo, que esperaba nuestro primer nieto.
El zumbido se repitió con fuerza, cuando el insecto voló despacio, dando giros cerca del techo, como observándonos, y después partió por la ventana. La seguimos con la mirada, volaba casi a ras del suelo reseco, hasta que se perdió en la distancia, en dirección a los árboles de mango que sobresalían por encima de un muro.
—Volverá —dije a mi esposa—, las avispas construyen con barro. ¿Qué hacemos? ¿Cierro la ventana? ¿Aprieto la llave del lavamanos?
—Cierra la puerta del baño. Te bañas después.
Y así fue, desde el exterior de la casa la vimos entrar y salir muchas veces; al mediodía ya no volvió. Miré al cielo, había bandadas de pájaros revoloteando y deduje que ésa era la razón por la que volaba tan bajo sobre el descampado.
A la mañana siguiente, cuando entré al baño, allí estaba la avispa, revoloteando en la ventana, pero el tubo del lavamanos estaba seco. Entonces caminé con lentitud, apenas lo abrí para que goteara y retrocedí. Ella repitió los giros y de nuevo penetró en la boca de la llave. Esta vez no cerramos la puerta, desde afuera la vimos tomar agua muchas veces, como si estuviéramos asistiendo a una ceremonia sagrada.
Una mañana, cuando los pájaros estaban muy activos, no llegó a la hora de siempre, entonces procedí a cepillarme los dientes. De repente, por el reflejo del espejo, la descubrí parada sobre la cortina de la ducha. Ahora estoy seguro que esperaba su turno, porque aquello se repitió incluso con mi esposa, durante varias semanas. Ambos le teníamos mucho miedo, pero no queríamos matarla, esa idea nos parecía un crimen horrible.
Los años pasaron. Ahora, en su país, nuestro nieto va a la escuela y nos hemos visitado unas cuantas veces. El día de su más reciente cumpleaños, caminaba yo por el ahora frondoso bosque de mangos, un zumbido sonó cerca de mi oreja y me preparé para correr, pero el ruido desapareció. Vi una avispa enorme, girando por encima de mí. La seguí con la mirada mientras subía más y más, hasta llegar a un nido más grande que un balón de fútbol, bien oculto entre las ramas.
—Es imposible —me dije—, no puede ser la misma.
Al regresar a casa se lo conté a mi esposa.
—Tal vez no sea la misma, pero sí una de sus nietas. Por eso no te picó, sólo quería darte las gracias.
Ambos reímos por su ocurrencia, en el fondo convencidos de la certeza de sus palabras.

sábado, 29 de enero de 2011

¿QUÈ COME UN DRAGÒN?



—Hola dragón. ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Ulsen. Yo sé quién eres. Tu nombre es Mase, el pixi cuidador de la comida para dragones.
Mase era más pequeño que Ulsen, pero todos sabían que era poderoso con su martillo. El pixi dio un golpe sobre el hielo y millones de monedas de oro, antiguas y muy valiosas, brotaron tintineando.
—Come dragón Ulsen. El oro te fortalecerá y te dará sabiduría.
Ulsen las mordió como si fueran galletas y su cuerpo comenzó a mostrar el buen efecto de la comida para dragones.

sábado, 27 de noviembre de 2010

ULSEN Y EL PIXI


Ulsen voló hasta una cueva al pie de la cordillera helada y cuando entró quedó sorprendido. Había estalactitas y estalagmitas que unían sus puntas y formaban columnas hasta el techo de la caverna. Un resplandor dorado brotaba del suelo congelado, allí enormes bloques de hielo se veían repletos de algo amarillo.
Cuando Ulsen descendió sobre uno de los promontorios, oyó un grito como el de un enorme grillo, miró hacia arriba y vio venir desde muy alto un pixi. Al lado del pixi flotaba un martillo mágico rodeado de luz brillante, con esa herramienta podía combatir contra cualquiera y también romper los bloques de hielo para sacar la comida de dragones.
El pequeño dragón lo siguió con la mirada mientras el pixi caía muy rápido.
—Es Mase, el gran pixi. Él también cuida la comida de dragones y es un guerrero muy poderoso —dijo Ulsen muy contento.

jueves, 28 de octubre de 2010

ULSEN HABLA CON TROLMAR



Ulsen voló cerca de su nariz, teniendo cuidado de no ser atrapado por la respiración del troll. Gritó varias veces hasta que los ojos de Trolmar brillaron cuando sintió su olor. Para el troll Ulsen era como una mosca y con el ruido del viento y la nieve que había comenzado a caer, le era difícil oírlo.
—Hola dragón. ¿Cómo te llamas? —dijo con voz de avalancha en las montañas.
—Soy Ulsen. Es primera vez que vengo.
—Eres recién nacido, debes tener hambre. Vuela hasta la cueva, allí te espera mucha comida.
—Gracias Trolmar. Voy ahora mismo.

jueves, 21 de octubre de 2010

ULSEN Y TROLMAR



El viento frío empujó al pequeño dragón hacia tierra, cuando casi iba a chocar contra las montañas lo levantó de nuevo y lo lanzó por encima de los picos más altos. Ulsen vio como todo iba quedando atrás, a una velocidad que él nunca podría lograr con sus alas.
—Parece como si el viento supiera dónde quiero llegar —pensó, y mantenía las alas abiertas para no girar sin control.
Largo rato después vio algo muy abajo a través de la niebla. Un troll enorme estaba sentado sobre el hielo, sus pies de cuatro dedos los cubría el agua congelada y la punta de su espada se había enterrado en el témpano. Era más alto que los barcos de madera que se veían a su alrededor, algunos dentro de los icebergs y otros encima de las rocas. Eran barcos vikingos muy antiguos, dañados por las tormentas y debían estar allí desde mucho tiempo atrás.
Ulsen sintió alegría cuando reconoció al troll.
—Allí está Trolmar, el “Guardián de la comida”, está dormido con los ojos abiertos, él siempre está vigilando.

viernes, 15 de octubre de 2010

ULSEN TIENE HAMBRE



Los dos niños estaban en la terraza, sus padres los habían visto jugando con la nueva mascota y continuaron sus tareas en la cocina.
—No había visto esa clase de lagartija, tiene alas. Debe haberla traído alguien desde otro país y con seguridad escapó —dijo el padre.
—Yo tampoco, no me gusta verla mucho, me mira como si entendiera lo que digo —agregó la mamá.
Afuera, a la débil luz del sol, los niños hablaban en voz baja.
—Cuídate Ulsen. No hables con extraños —dijo Alex.
—No comas mucho Ulsen, si engordas no podrás volar bien —murmuró Chris muy cerca de las orejas del pequeño dragón —, ¿tienes mucha hambre? ¿Cuándo regresas?
—La comida de dragones está lejos —contestó Ulsen —, no se preocupen, aunque nunca estuve por allí tengo un mapa en mi mente. Regreso pronto, guarden mi caja de plástico, me está gustando hacer la siesta allí —y lanzó una carcajada que a los padres de los niños les pareció el graznido de una gaviota pequeña.
Aleteando con torpeza Ulsen saltó al aire y se perdió en lo alto. Alex y Chris agitaron sus manos para despedirlo.
El padre oyó el aleteo y se asomó por una ventana.
— ¿Se escapó?
—No papá, se fue a comer —contestaron en coro los niños.
Sonriendo entró para contárselo a su esposa.
Varias horas después Ulsen volaba sobre un fiordo, el viento frío lo lanzaba de un lado a otro, todavía el pequeño dragón no dominaba la técnica de vuelo.
—Hay una corriente descendente, es muy fuerte. ¡Voy a caer!

miércoles, 29 de septiembre de 2010

ULSEN Y CHRIS


Alex entró a la casa sin pasar por la cocina, donde había oído que sus padres estaban.
En su habitación tenía una caja de plástico y la preparó introduciendo una almohada en ella.
—Aquí dormirás Ulsen. Es blanda y muy cómoda.
—Prefiero dormir sobre las piedras y bajo la luna.
—Eso no es cómodo Ulsen.
—Tal vez para ti, tenemos diferentes opiniones y recuerda: soy un dragón.
En ese momento la puerta se abrió y el ruido repentino hizo que Ulsen diera un salto dando aletazos en el aire. Había sido Chris, su pequeña hermana.
— ¿Tienes un pajarito? ¡Huy! ¡Qué feo es! Pobrecito, se le cayeron las plumas.
—No soy un “pajarito”, soy un dragón y mi nombre es Ulsen.
— ¡Alex, esa cosa habla!
—Es un dragón Chris, trátalo con respeto.
—Perdón dragoncito.
—Mi nombre es Ulsen.
—Bueno, Ulsen, perdón, es que nunca había visto un dragón. Pero no te pareces a los de los libros. Y eres muy pequeño.
—Creceré, ya verás —respondió Ulsen.