martes, 15 de mayo de 2007

BODA DE DUENDES EN EL AVILA


Los recién casados bajan por la vieja escalera de piedra. Tan antigua es, que los escalones han perdido el perfil, desgastados por la lluvia y el viento.
Los duendes tienen muy largas vidas, su infancia es de siglos; hoy se casaron dos de ellos, ambos nacidos en esta montaña. Ella es hija de duendes venidos del otro lado del mar y él viene de familias de los llanos y de la cordillera cubierta de nieve.
Llegaron de todas partes del mundo. Muchos son de los que salen en la oscuridad de junglas, mares y desiertos; algunos de aspecto temible, la curiosidad y la tradición los trajo, vinieron volando, nadando, avanzando dentro de la tierra o simplemente aparecieron con un sonido seco como un trueno. Los que no salen a la luz del sol, miran desde lo profundo de la espesura.
Ningún ser humano puede llegar hasta allí, los senderos se cerraron, los árboles se apretaron unos con otros, las hojas de las plantas se movieron para tapar la luz del sol hasta en los caminitos más pequeños.
Los duendes trajeron sus mejores prendas y joyas; se ve un viejo soldado conquistador con su armadura, grandes ogros con trajes de cuero, brujas de largas togas y aquellos que sólo usan sombrero, se lo colocaron lo mas derecho posible. Sus voces suenan de mil maneras: como pájaros, campanas, truenos, silbidos, lluvia, rugidos, chillidos, crujidos y algunas pocas parecen humanas.
La fiesta durará siete días con sus noches; las personas en el valle de Caracas y en la costa del mar Caribe, creerán que la montaña está cubierta por la niebla. Aquellos que estén cerca, perderán las ganas de pasear por el bosque.
El Ávila es la sala de fiesta de los más antiguos duendes del mundo; por siete días, ni uno más.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Cada vez que vea el Ávila nublado no tendré dudas: Se celebra una Boda de Duendecillos!!! Y sonreiré para desearles una feliz nueva vida juntos

Aurora Pinto dijo...

Josein, me encanta ese mundo maravilloso que has creado, una verdadera mitología nuestra. Te aseguro que la próxima vez que suba al Avila estaré muy atenta a ver si sorprendo a los duendecillos o... si ellos me sorprenden a mí.