sábado, 3 de noviembre de 2007

6.- LA VENTANA DEL PISO TRECE

El cuadrúpedo arrastraba el trineo a gran velocidad; corriendo, se sentía feliz.

Capítulo 6. Diamante
Al despertar, Tomás dijo:
-Tuve un sueño, no lo van a creer.
El niño miró a los lados, reconoció el sitio y los ojos se le inundaron de lágrimas. Susana y Pablo se acercaron a Tomás; lo abrazaron en silencio.
Luego del desayuno, se reunieron en una inmensa sala de altas columnas; pisos como espejos y colosales chimeneas. Se podía ver a través de amplios miradores los lejanos niveles inferiores, distinguían puentes y pasillos por donde mucha gente avanzaba.
Susana pensó:
-Están evacuando la ciudad. Aunque caminan con tranquilidad, todos van en la misma dirección, no me engaño, están huyendo.
Pablo y Tomás miraban maravillados, olvidaron por un momento la atemorizante realidad. Habían llegado a esta sala a través de otro ascensor ultra rápido, con forma de pirámide. En el piso de la estancia, un gran círculo de arenisca, amplio, como una cancha de tenis, hacía la función de pizarrón o pantalla. Tenía arena de diferentes colores, los tres pequeños magos dibujaban sin tocarla, la hacían cambiar de matices y explicaban la situación a los tres niños.
Rema hablaba y su suave voz se perdía en el recinto:
-La construcción donde estamos, insistimos en explicarla para su análisis, está formada por dos pirámides, conectadas base con base. Forman un diamante de dos puntas y ocho caras; una punta sobresale apenas un poco de la superficie del desierto, y la otra llega hasta la mina de arcilla mágica en la profundidad del subsuelo.
-La punta de la pirámide, marrón oscuro en el dibujo de arena, emerge en la superficie unos cinco kilómetros, ustedes la vieron al llegar.
-Con el primer ascensor, bajamos siguiendo la línea verde vertical, pasamos la primera ciudad, Tusga, en color rojo, ella está a diecisiete kilómetros de profundidad bajo el nivel de la superficie del desierto.
Mepe continuó la explicación:
-Al seguir bajando, pasamos la segunda ciudad Musga, en color verde. Seguimos descendiendo hasta estar debajo de la más grande, Rusga, en color azul y luego ascendimos para entrar a la misma Rusga, donde ahora nos encontramos.
Los tres niños tenían los ojos muy abiertos por el asombro. Susana puso una mano sobre el hombro de cada uno de ellos y preguntó:
-¿A qué profundidad estamos?
Fue Tepe quien respondió:
-Estamos a cuarenta kilómetros de profundidad, por debajo del nivel del desierto, y a cuarenta y cinco de distancia vertical de la plataforma, donde descendió el caballo con ustedes.
Susana no hizo más preguntas, trataba de imaginarse la enorme distancia bajo tierra; no logró relacionarlo con nada. Lo más profundo donde había estado, era un sexto sótano de estacionamiento y eso no llegaba a treinta metros.
Pensó, abrumada por la cifra:
-Cuarenta y cinco kilómetros, es mil quinientas veces más profundo, comparado con el sexto sótano de un estacionamiento de vehículos.
Tepe continuó:
-Las líneas rojas e irregulares, son cavernas invasoras, las están excavando los brujos de los volcanes con su nueva arma: escorpiones gigantes.
Los tres hermanos gritaron:
-¿Escorpiones gigantes?
Y quedaron, aterrorizados al borde del pánico, mirando a Rema:
Los ojos de Tepe se aquietaron un momento, como sí un pensamiento le hubiera asaltado, y agregó con calma:
-Nos avisan algo: en este momento, las hordas están saqueando la primera ciudad, Tusga. Por eso, en el dibujo está casi por completo en color rojo. Los habitantes de Tusga escaparon hacia Musga. Dejaron sellados, con roca sólida, los accesos a sus espaldas, o mejor dicho: sobre sus cabezas.
Susana, se dijo:
-Los invasores avanzaron diecisiete kilómetros en la roca sólida, en sólo veinticuatro horas. ¿Cómo perforan a esa velocidad? ¿Cómo sacan los escombros? Quedarían atrapados si no mantienen libre el túnel. Son miles de toneladas de roca maciza, sí quisiéramos hacer eso en nuestro mundo, se necesitaría mucha maquinaria, gente y años de trabajo.
Llegó corriendo otra pequeña dama, muy parecida a Rema, luego de saludar a los tres niños, habló:
-Los conductos de salida hacia la plataforma de escape, donde espera el caballo alado, están siendo invadidos por los escorpiones y las hordas de brujos.
No esperó respuesta, se alejó corriendo sobre el pulido piso.
La arena roja había estado trazando un camino diagonal hacia la línea verde, la ruta del ascensor, la cortó y la tiño de púrpura. El pasaje para el retorno a la superficie quedó invadido por el enemigo.
Tepe, mirando la arena, agregó:
-Como habrán visto, antes de la llegada de los informes de los observadores directos, nuestra arena mágica ha actuado. El color rojo nos avisó del avance de los invasores.
Susana, Pablo y Tomás, se situaron muy juntos entre si; la hermana mayor miraba hacia los lados como buscando una salida. Los tres temblaban de miedo.
Rema intentó calmarlos:
-Tranquilos niños, ordenamos a las rocas, alrededor del túnel verde se derrumben, estamos aislados de los invasores por kilómetros de pasajes bloqueados. Las rocas se unen muy compactas, tardarán horas perforando y apartando esas piedras. Seguimos ganando tiempo.
-Hay muchas ciudades pequeñas, ocultas y aisladas, dentro de la estructura. Desde allí dirigimos nuestras defensas. Tenemos un contingente de observadores directos, en túneles tan pequeños como nuestros cuerpos, infiltrados muy cerca de las líneas invasoras. Esas galerías se cierran tras ellos, si deben huir.
Tomás, muy asustado, dijo:
-Ustedes pueden darle órdenes a las rocas, arrójenlas sobre los escorpiones.
Rema explicó:
-Lo hicimos Tomás, los escorpiones son muy fuertes y resisten toneladas de roca sobre ellos.
Susana gritó:
-¡Si en poco más de veinticuatro horas han descendido diecisiete kilómetros horadando roca sólida, entonces, entonces!
Hizo una pausa, mientras miraba el enorme dibujo en la arena y agregó:
-¡Esos escorpiones llegaran aquí en menos de tres días!
Rema tomó una mano de Susana y la guió a un flotante vehículo con forma de bote. Desde allí, a unos dos metros de altura, se podía apreciar todo el círculo de arena.
Susana vio avanzar las líneas rojas, como una maraña en movimiento, hacia los niveles inferiores. El rombo o diamante, representaba la estructura de unos setenta kilómetros de alto y ochenta de ancho. Su aspecto de joya, en el gráfico de vivos colores en la arena, no evidenciaba por completo la difícil situación.
Tomás jugaba con la arena al borde del gran círculo, había buscado tranquilidad con el juego. Pablo, Mepe y Tepe, subieron al mirador, desde allí miraban los rápidos cambios de color en las partículas arenosas.

2 comentarios:

Lola, dijo...

Visitamos su hermosa pàgina, bellas ilustraciones e inolvidables historias.
saludos.

Joseín Moros dijo...

Gracias Lola.