domingo, 2 de diciembre de 2007

10.- LA VENTANA DEL PISO TRECE

Está amaneciendo.

Capítulo 10. Sorpresa
Emergió en silencio una cabeza, tan grande como un edificio de cuatro o cinco pisos. Los niños quedaron congelados por la sorpresa, sin preguntarlo, adivinaron de quien se trataba, estaban frente a un Pez de las Rocas.
No era transparente, tampoco opaco, tenía el aspecto y la textura de niebla sólida con iridiscentes tonos violeta. Susana abrazó a sus hermanos y pensó:
-Es la imagen de una ballena o de una tortuga, el fantasma de una tortuga; también me recuerda un delfín; salió de la roca sólida, vivió antes en el aire, esa es mi percepción.
En las mentes de los niños se formaron ideas, no oyeron palabras; sintieron un saludo y una invitación a entrar en la monumental boca del ente. Aceptaron con alegría, sin asombrarse de su propia reacción. Bajo sus pies, la textura del pez de las rocas les pareció elástica y algodonosa.
Una vez dentro del pez, Susana, Pablo y Tomás compartieron sus mágicas propiedades; supieron como si lo hubieran vivido, parte de la historia del gigante. Lo vieron viajar en las profundidades del subsuelo, recorriendo el planeta, moviéndose dentro de las rosadas masas de piedra, como un pez en el agua. Su materia no desplazaba la roca, sus partículas se filtraban entre los átomos de la masa sólida.
Vieron el lejano pasado de estos titanes de las profundidades, transportaban antiguos Magos de la Magiterra, magos de la arcilla mágica, hasta el sitio donde encontrarían la mina. Susana, Pablo y Tomás, entendieron la insondable conexión entre estas dos diferentes existencias.
En estado de paz interior, no perdieron contacto con la realidad, siguieron concientes del terrible apuro, y la responsabilidad sobre ellos.
Pablo y Tomás hablaban, se sentían como en una feria; Susana analizaba su alrededor:
-¿Cómo es posible? Nos movernos dentro de materia sólida. Estamos nadando dentro de la roca, y vemos a través de ella; es una masa cristalina. El pez parece un submarino transparente, no veo su forma de manera clara, es como si estuviéramos dentro de una burbuja de aire.
La joven tocó su cuerpo y el de sus hermanos, miró con detenimiento a los tres pequeños seres, Rema, Mepe y Tepe. Siguió, en silencio, haciendo conjeturas:
-Magos de la Magiterra, bonito nombre. Nos vemos y sentimos sólidos, respiramos aire; es incomprensible, está fuera de mis conocimientos. Allá abajo, a lo lejos, veo la ciudad, nos alejamos y ascendemos. La roca luce como gelatina rosada, muy traslúcida, y la ciudad está inmersa en una masa azul claro, debe ser el aire. La ciudad tiene kilómetros de extensión.

2 comentarios:

Lola, dijo...

¡Caramba Joseín! , maravilloso relato.
saludos.

Joseín Moros dijo...

Gracias Lola.